30 de mayo de 2008 | |

Vistos

La media jornada de reposo prescrita por el médico me dejó recuperar la otra media invertida en urgencias. Entre tanto, dos cosas interesantes vistas esta semana:

La primera es la película
La Soledad, ganadora del premio Goya a la mejor película de este año. Cuando ganó apenas la echaban en un par de cines en Madrid, así que hemos vuelto a tirar de DVD. La película diferencia dos historias principales, la de una mujer que se muda con su hijo de un pueblo a Madrid y la de una familia de clase media.

Ambas historias están interrelacionadas por un hilo muy fino, pero ambas son historias abiertas que abarcan muchos más temas: las relaciones familiares, de pareja, las circunstancias sobrevenidas. La película, que dura algo más de dos horas, se sustenta en el peso de los personajes principales y secundarios, muy corrientes y muy humanos, por evidente que parezca esto último.

Lo que más destaca es la utilización de varios planos en la misma escena. En múltiples ocasiones la pantalla se desdobla para ofrecernos la misma acción desde distintos ángulos. Un diálogo o la simple acción de un personaje que se mueve de un lugar a otro, cobra así una dimensión mucho más cercana.

La historia es intensa, pero también se construye sobre largos silencios y sobre la visión de largas escenas rutinarias que quizás le dan esa lentitud a la que no acabamos de acostumbrarnos. En definitiva, me ha parecido muy buena y sobre todo, distinta.

Lo segundo es un reportaje de Documentos TV llamado Mi vida x 1000 Euros. Una visión sobre los denominados mileuristas contada por varios jóvenes en situación precaria: investigadores que no cotizan, licenciados en letras que buscan la estabilidad mediante una oposición, ingenieros mal remunerados y un vistazo al problema en el que parecen confluir todas esas vidas: la imposibilidad de acceder a la compra de una vivienda.

El reportaje aborda el problema de la espiral que produce una sociedad sobrecualificada en la que tener un título universitario no equivale a tener más posibilidades, sino a que el mercado, ante esa gran oferta de universitarios, no tenga la necesidad de compensar económicamente la mano de obra formada y los sueldos no estén en consonancia con el esfuerzo invertido y el coste real de la vida.

Muy interesante, de verdad.

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