Vi Elegy, la película de Isabel Coixet que tenía tantas ganas de ver, en V.O. tal y como recomendaba mi particular guía del ocio.
Me he rendido a los pies de la directora catalana que me hizo llorar tanto con Mi vida sin mí. Me he rendido al cuarto oscuro de la casa del Profesor Kepesh, a su forma de coger el rostro a una mujer para besarla y sobre todo, me he rendido a los pies de Ben Kingsley, a su cabeza de modelo perfecto para esculpir un busto de bronce, a su elegancia impecable que le hace merecedor de todas las conquistas que quisiera atribuirse y que yo me creería.
Consuela, a ratos bellísima y a ratos físicamente imperfecta según lo precise el guión, me ha reconciliado con Penélope en este registro donde aporta la madurez de la que Kepesh no está dotado hasta que el animal moribundo no desarma su coraza.
La vista a otro lado para no sufrir, el camino que se sigue sin mirar atrás, el abandono del dolor como si fuera ajeno a nosotros como forma de supervivencia, la renuncia a lo que puede darnos la felicidad suprema porque conlleva el riesgo de perderlo. Esa mirada de Kepesh es un recordatorio de la inseguridad que lleva implícita la condición humana ante la que cada cual debe adoptar la actitud que más le compense.
La de Consuela, por el contrario, es de esas miradas que amarran a los que huyen.
1 comentarios:
Me alegro muchísimo de que le haya gustado la recomendación, se la recomendé también a unos amigos y no les ha gustado nada... Será cuestión de estar más o menos sensible en un determinado momento, a mí me llegó y mucho. Y por lo que veo a usted también.
Besos!!
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