23 de mayo de 2011 | | 1 comentarios

Si no nos dejan soñar, no les dejaremos dormir

A estas horas de la mañana de un lunes, todavía estoy despertando. Me desperezo frente a la pantalla del ordenador cuando nadie me ve y bostezo involuntariamente cada 10 segundos. La apisonadora electoral parece que ha llegado a su fin, aunque queden coletazos de trabajo sobre la mesa. Esta mañana, el bucle electoral me ha pillado con el sueño profundo y con la insuficiencia de menos de 7 horas de sueño cuando se ha estado al pie del cañón durante 15 horas.

Ha sido más de un mes de inteso trabajo y aprendizaje, de toma de contacto con la realidad que muchas veces se oculta en un segundo estrato y que sólo se descubre cuando llega el momento de ponerse a trabajar en el relevo de una función que alguien conocía a la perfección y se posiciona tras tu nuca a la espera de ver cómo lo haces. Pensemos que hemos puesto toda la carne en el asador a la hora de acometer las responsabilidades que nos correspondían en el proceso electoral y que el mundo laboral tiene caras distintas según la ocasión, pero que estamos aquí para hacer un papel digno.

Entre tanto, mi primera experiencia electoral se ha convertido en inolvidable, ya no sólo por el carácter personal que pueda tener participar activamente en un proceso al que todo el mundo está convocado y por el que tantos han luchado activamente, sino también por la trascendencia que tiene para la sociedad la formación del Movimiento 15M. La verdad es que no tengo nada que añadir a lo que
el alba es difusa ha contado, tampoco puedo añadir nada al texto ¡Indignaos! de Herman Hesse o a lo que se puede leer al abrir los periódicos desde hace más de una semana. Lo que ví en la Puerta del Sol es un ejemplo de civismo, organización y heterogeneidad, las consignas son de todos, no sólo de unos pocos.

Como ciudadana y votante, espero que el movimiento continúe más allá de la acampada y de las concentraciones, más allá del resultado electoral que han arrojado las urnas el 22 de mayo. Espero que los cauces administrativos al alcance del indignado sean suficientes para impulsar esos cambios que se demandan y que considero necesarios para perfeccionar una democracia que ha de estar en constante evolución y no para mal.

Ojala podamos ver con nuestros propios ojos que otros políticos y otras formas de gobierno son posibles. Por encima de todo deseo, buenos profesionales que ejerzan la política desde la excelencia, la buena gestión, el interés general y empezar a castigar como se merece la corrupción. Sólo entonces pronunciaré la palabra político y no me sonará despectivo.

6 de mayo de 2011 | | 1 comentarios

Pamplona

Un viajecito puede tener varias intenciones: patearse una ciudad sin dejarse un monumento por ver o pasearla tranquilamente, sin prisas, encontrando los rincones sin buscarlos. En el caso de la escapada a Pamplona, optamos por la segunda forma. Anduvimos, anduvimos y anduvimos poco pendientes de la monumentalidad de la ciudad y más bien atentos al relax y al disfrute.

Tenía ganas de ver Pamplona y me he dado cuenta de que su dimensión turística gracias a los Encierros más famosos del mundo es inmensa. Pamplona tiene un casco viejo marcado por el recorrido que hacen los astados cada julio en honor a San Fermín y adornado por plazas, una ciudadela preciosa y sorprendente y algunas iglesias de interés. Una ciudad que se ve en poco tiempo pero, he ahí lo interesante, que permite que el viaje se prolongue todo lo que el visitante quiera en sus bares, con sus populares pintxos y vinos.

El capítulo de los pintxos merece mención aparte. La cocina en miniatura, cuidada hasta el máximo extremo es un placer para los que no decimos que no a una barra. La calle Estafeta es el lugar idóneo, los bares cuidan mucho su estética y es un placer acodarse para recorrer con la mirada los platos. No es barato, el pintxo oscila entre los 2 y los 3 euros, pero un buen pintxo bien lo vale.

No podemos imaginarnos cuál es el desbordamiento que debe sufrir cada verano la ciudad que atrapó a Hemingway y que supo reflejar en las novelas Fiesta o en Muerte en la tarde. El escritor está presente en el Hotel La Perla, en la Plaza del Castillo y se acoda eternamente en un rincón del Café Iruña, que mantiene su peculiar estética de los años 20. Nunca hubo mejor promoción para una ciudad que ésa.

Por último, un descubrimiento de esos que sólo Internet permite hacer cuando estás buscando información sobre lo esencial en Pamplona. En el número 22 de la calle Estafeta, la pastelería Beatriz, un modesto local, guarda en su interior un tesoro: los garrotes más ricos del mundo, napolitanas en miniatura que desbordan chocolate. No piensen en el aporte calórico ingente del dulce, simplemente disfrútenlo…como hemos hecho nosotros durante esta escapada.