Parece increíble pero pasó el día. El parto, como dirían algunos, tuvo de doloroso lo justo. Estoy tan acostumbrada a estas lides que me encaminé al lugar del examen con toda la tranquilidad de la que fui capaz, pero llegar a las puertas de la Universidad y ver el parking lleno hasta los topes y la facultad llena a rebosar, no puede dejar indiferente a nadie con un mínimo de sangre en las venas. Se te ocurre que no puede ser que tanta gente ansíe la plaza que tú ocupas y otras tantas más.
Supongo que será cosa de la crisis, pero la proporción de 81,69 personas por plaza no varió demasiado. Intentas pensar en la realidad, que muchos están allí para probar suerte y que no han tocado un libro. Que se las prometen felices porque para el psicotécnico no hay que estudiar...pero tú sabes que la realidad es otra, que la suerte sin estudio no sirve de nada en una oposición y que el aprobado en un psicotécnico sin haber hecho mil antes, es bastante improbable, aunque seas la persona más lista del mundo. No basta con la inteligencia, el truco tiene un nombre: rapidez. Los últimos mensajes de móvil ante la hora de la verdad te animan a bañarte en la sangre del enemigo y te sacan una sonrisa al imaginarte como el último mohicano.
Lo peor de estas convocatorias masivas es que la cantidad de aquellos que "pasaban por allí" hace impracticable que la prueba tenga cierto ritmo y celeridad, se multiplican por mil las dudas y se repiten conductas irregulares. Al opositor concienciado y a aquellos que se han preparado mínimamente sólo les queda una: aguantar estoicamente.
El mismo aguante que te anima a seguir estudiando por si se cumplen los mejores augurios y tienes que verles las caras, esta vez sólo a los mejores, en el siguiente.
Supongo que será cosa de la crisis, pero la proporción de 81,69 personas por plaza no varió demasiado. Intentas pensar en la realidad, que muchos están allí para probar suerte y que no han tocado un libro. Que se las prometen felices porque para el psicotécnico no hay que estudiar...pero tú sabes que la realidad es otra, que la suerte sin estudio no sirve de nada en una oposición y que el aprobado en un psicotécnico sin haber hecho mil antes, es bastante improbable, aunque seas la persona más lista del mundo. No basta con la inteligencia, el truco tiene un nombre: rapidez. Los últimos mensajes de móvil ante la hora de la verdad te animan a bañarte en la sangre del enemigo y te sacan una sonrisa al imaginarte como el último mohicano.
Lo peor de estas convocatorias masivas es que la cantidad de aquellos que "pasaban por allí" hace impracticable que la prueba tenga cierto ritmo y celeridad, se multiplican por mil las dudas y se repiten conductas irregulares. Al opositor concienciado y a aquellos que se han preparado mínimamente sólo les queda una: aguantar estoicamente.
El mismo aguante que te anima a seguir estudiando por si se cumplen los mejores augurios y tienes que verles las caras, esta vez sólo a los mejores, en el siguiente.
1 comentarios:
Pues con lo mal que sale la sangre...
Menchita, ánimo, que cuando todo se confirme, la celebración será chica.
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