Esta etapa traía una mala noticia: 28,8 kilómetros. Pero también una buena, que era bastante llana y pasaba por Melide, donde se come el mejor pulpo de Galicia...así que quien no se conforma es porque no quiere.
La llegada del lunes se notó en que la cantidad de peregrinos volvió a bajar. Una etapa tan larga da para todo: para ir por camino, por carretera general, por carretera comarcal, por pueblos, por zonas industriales...
Llegamos a Melide a media mañana, creo que eran en torno a las 11.30. Aunque parezca mentira, a esas horas sí que apetece comerse un señor plato de pulpo, sobre todo si tiene esa pinta y las raciones son así de grandes. Al llegar, nos fuimos directamente a Casa Ezequiel, que es el sitio más famoso que indican todas las guías, un local enorme lleno de mesas corridas y donde lo único que faltó fue un buen ribeiro que acompañara...pero cuando te quedan 13 kilómetros, lo del vino se perdona para no hacer eses por el camino o caerte y ponerte de barro hasta las cejas.
En aquellas raciones de pulpo nos acompañó Miguel, un chico de Coruña, médico que acababa de hacer el MIR y que viajaba solo antes de comenzar la residencia. Le habíamos conocido brevemente en el albergue de Portomarín y cuando llegó, le hicimos hueco en la mesa para que se sentara con nosotras. Este chico súper agradable nos acompañó el resto de la jornada y también la siguiente, aunque él se dio una paliza antológica y siguió hasta Santiago porque tenía que llegar el martes y nosotras hicimos noche en Pedrouzo para llegar el miércoles.
Al principio no creíamos que completaríamos la jornada y pensabamos quedarnos en un albergue a tres kilómetros de Arzúa donde nos habían dicho que había un albergue bastante bueno y hacerlos al día siguiente, pero finalmente nos vimos bien y seguimos adelante hasta Arzúa. Un poquito antes de llegar, aprovechando que paramos a descansar, recibí la llamada de mi madre anunciándome que había sido tía por cuarta vez con casi un mes de adelanto, supongo que no se me olvidará nunca porque son situaciones curiosas, tú allí en mitad de la nada, con el único objetivo de llegar a pie a tu destino, tan lejos del mundo cotidiano...
Cuando llegamos a Arzúa, la guía ponía que tenía 300 habitantes, pero me da a mí que se les olvidó poner un 0 más porque es un pueblo bastante grande para la zona. El albergue estaba muy bien, al parecer es el albergue que está ubicado en el edificio más antiguo en el camino, un caserón de piedra totalmente reformado. Nos duchamos y optamos por pasar por el supermercado para comer algo.
Ese día estábamos literalmente molidas, el final se palpa, pero aún quedan dos jornadas y tienes que seguir tirando. El dolor de cuerpo era muy intenso...daba igual que el completo extraño de al lado durmiera a diez centímetros de ti o que roncara como un oso...simplemente dormías.
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