La verdad es que una vez aterrizada y puesta delante del ordenador para relatar cómo han sido las vacaciones más cansadas de mi vida, es difícil saber por dónde empezar, así que elijo de forma aleatoria empezar por las conclusiones y después iré contando etapa a etapa.
La primera conclusión que traigo del Camino es que es duro de c*****s. Seguramente la belleza de este viaje está en que si no fuera por este recorrido a pie, habría sitios que no pisarías en la vida y paisajes que te perderías, pero indudablemente todo eso tiene un precio y se ajusta al dicho "sin dolor, no hay gloria" que tanto gusta decir a los peregrinos. La primera semana es la mala, lo dicen los que para mí, tienen un mérito que no alcanzo a medir y que empiezan el camino en la frontera con Francia o incluso más lejos, dicen que después de esa semana, el cuerpo se acostumbra. Yo he estado caminando ocho días y no puedo asegurar que mi cuerpo se hubiera acostumbrado del todo a recorrer como mínimo 20 km. durante muchos más días.
La culpa de que el camino se vuelva en ocasiones tortuoso no es de la capacidad física, ni del cansancio, ni de las incomodidades de vivir con lo básico metido en una mochila que pesa, sino los pies con ampollas, los músculos doloridos y las lesiones que acaban apareciendo por estas causas. Si no fuera por esto, el camino no tendría pegas, porque el cuerpo se adapta a todo y aguanta lo que le echen.
También me habían comentado que el camino francés es un negocio. Ciertamente, hay pueblos que si no fuera por el camino, estarían totalmente abandonados, por lo que su existencia es una necesidad económica para Galicia, pero también es cierto que hay etapas en las que puedes estar algunos kilómetros sin encontrar un sitio donde parar, vamos, que aquello no es Las Vegas. Lo que es evidente es que hay descompensaciones, por ejemplo: los albergues de la Xunta cuestan 5€, hay albergues mejores y otros que necesitan ser reformados, pero en todos tienes un colchón, una ducha (el agua caliente no es un factor seguro) y un lugar donde descansar algunas horas, el precio es más que razonable. Si decides irte a un albergue privado para dormir con menos gente y cuyas instalaciones suelen estar más cuidadas, el precio nunca será superior a 10€. Sin embargo, un café en Villafranca te cuesta 1,5€ o por ejemplo, el llamado menú del peregrino que hay en todos sitios como casi única opción si quieres comer caliente, tiene un precio único de 10€ vayas donde vayas. Ni caro, ni barato, simplemente descompensado.
Por el camino, te vas encontrando a gente de todo tipo. En nuestro caso íbamos tres y la verdad es que todo han sido ventajas, tener con quien hablar, buen rollo y un estado físico muy similar. Creo que el camino puede complicarse mucho si vas con alguien que no tenga tus mismas condiciones porque siempre hay alguien que va a acabar quemado porque no puede tirar más o porque siempre tiene que andar despacio. Nos hemos encontrado a mucha gente que iba sola, pero al final nadie acaba solo porque como las etapas están tan marcadas, en los albergues te acabas encontrando todos los días con las mismas personas y se acaba haciendo grupo, en nuestro caso, así ha sido. Acabamos 20 personas haciendo comida y cena comunitaria en el último albergue y cenando juntos en un restaurante el día que llegamos a Santiago. Quizás no nos veamos más en la vida, pero conocer a gente es una de las cosas bonitas del viaje, entre otras muchas, hemos conocido a tres jubilados de Málaga que nos han hecho pasar momentos increíblemente divertidos.
Y la conclusión final es que es un viaje que queda en el recuerdo para siempre, simplemente por el esfuerzo que se hace, por los malos ratos que se pasan y que hacen que luego seas capaz de recordar más vivamente los buenos momentos, por esa entrada triunfal en la Plaza del Obradoiro cualquiera que sea tu motivo para haber llegado hasta allí. Doy por seguro que ningún peregrino olvida ese momento.
La primera conclusión que traigo del Camino es que es duro de c*****s. Seguramente la belleza de este viaje está en que si no fuera por este recorrido a pie, habría sitios que no pisarías en la vida y paisajes que te perderías, pero indudablemente todo eso tiene un precio y se ajusta al dicho "sin dolor, no hay gloria" que tanto gusta decir a los peregrinos. La primera semana es la mala, lo dicen los que para mí, tienen un mérito que no alcanzo a medir y que empiezan el camino en la frontera con Francia o incluso más lejos, dicen que después de esa semana, el cuerpo se acostumbra. Yo he estado caminando ocho días y no puedo asegurar que mi cuerpo se hubiera acostumbrado del todo a recorrer como mínimo 20 km. durante muchos más días.
La culpa de que el camino se vuelva en ocasiones tortuoso no es de la capacidad física, ni del cansancio, ni de las incomodidades de vivir con lo básico metido en una mochila que pesa, sino los pies con ampollas, los músculos doloridos y las lesiones que acaban apareciendo por estas causas. Si no fuera por esto, el camino no tendría pegas, porque el cuerpo se adapta a todo y aguanta lo que le echen.
También me habían comentado que el camino francés es un negocio. Ciertamente, hay pueblos que si no fuera por el camino, estarían totalmente abandonados, por lo que su existencia es una necesidad económica para Galicia, pero también es cierto que hay etapas en las que puedes estar algunos kilómetros sin encontrar un sitio donde parar, vamos, que aquello no es Las Vegas. Lo que es evidente es que hay descompensaciones, por ejemplo: los albergues de la Xunta cuestan 5€, hay albergues mejores y otros que necesitan ser reformados, pero en todos tienes un colchón, una ducha (el agua caliente no es un factor seguro) y un lugar donde descansar algunas horas, el precio es más que razonable. Si decides irte a un albergue privado para dormir con menos gente y cuyas instalaciones suelen estar más cuidadas, el precio nunca será superior a 10€. Sin embargo, un café en Villafranca te cuesta 1,5€ o por ejemplo, el llamado menú del peregrino que hay en todos sitios como casi única opción si quieres comer caliente, tiene un precio único de 10€ vayas donde vayas. Ni caro, ni barato, simplemente descompensado.
Por el camino, te vas encontrando a gente de todo tipo. En nuestro caso íbamos tres y la verdad es que todo han sido ventajas, tener con quien hablar, buen rollo y un estado físico muy similar. Creo que el camino puede complicarse mucho si vas con alguien que no tenga tus mismas condiciones porque siempre hay alguien que va a acabar quemado porque no puede tirar más o porque siempre tiene que andar despacio. Nos hemos encontrado a mucha gente que iba sola, pero al final nadie acaba solo porque como las etapas están tan marcadas, en los albergues te acabas encontrando todos los días con las mismas personas y se acaba haciendo grupo, en nuestro caso, así ha sido. Acabamos 20 personas haciendo comida y cena comunitaria en el último albergue y cenando juntos en un restaurante el día que llegamos a Santiago. Quizás no nos veamos más en la vida, pero conocer a gente es una de las cosas bonitas del viaje, entre otras muchas, hemos conocido a tres jubilados de Málaga que nos han hecho pasar momentos increíblemente divertidos.
Y la conclusión final es que es un viaje que queda en el recuerdo para siempre, simplemente por el esfuerzo que se hace, por los malos ratos que se pasan y que hacen que luego seas capaz de recordar más vivamente los buenos momentos, por esa entrada triunfal en la Plaza del Obradoiro cualquiera que sea tu motivo para haber llegado hasta allí. Doy por seguro que ningún peregrino olvida ese momento.
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