Aquella etapa fue personalmente la peor y creo que mis compañeras de viaje también sufrieron lo suyo, Bea con dolor inguinal y Noelia con el mismo tendón que yo y también la rodilla. El tendón de aquiles del pie derecho me martirizaba, inflamado, dolorido...Y eso que la etapa es un regalo: 17 kilómetros que a esas alturas ya son pan comido. Si ahora mismo pudiera volver atrás, me encantaría poder haber hecho esa etapa sin cojear, disfrutándola más.
La entrada a Santiago es absolutamente decepcionante. El camino va paralelo a la autopista, pasa cerca del aeropuerto y la llegada al Monte do Gozo, donde antiguamente los peregrinos caían de rodillas al ver la catedral realmente tiene poca belleza. La entrada a la ciudad era como decía Noelia: entrar en Madrid por Vallecas. El casco histórico tarda en aparecer y pronto te encuentras en la Plaza de Cervantes y calle abajo por la rúa de la azabachería, tras pasar el túnel donde siempre suele haber un gaitero que acaba de darle sentido completo a la entrada triunfal, vas a dar a la Plaza del Obradoiro donde llega el momento de emocionarse y de soltarlo todo para tumbarse a admirar la catedral.
Es indudable que es un momento irrepetible, precioso, cualquiera que sea tu motivo para haber llegado hasta allí. Y lo curioso es que por mal que se haya pasado, el tiempo se lleva enseguida las malas sensaciones para dejar únicamente lo bueno de esta experiencia. Ahora mismo el recuerdo del viaje es increíble.
Después de aquello nos fuimos a recoger los correspondientes certificados y compostelas y a comprobar la imaginación de la iglesia a la hora de poner nombres en latín. A continuación nos fuimos a buscar alojamiento y a partir de entonces...una ducha, descanso y por la tarde, paseo por Santiago y unos ribeiros por la rúa do Franco. Por la noche habíamos quedado para cenar en un sitio en los aledaños de la Plaza de Cervantes. Así que allí fuimos, con las pintas aún peregrinas, a cenar y a tomarnos unas copas después. La noche acabo de madrugada, al día siguiente había que seguir madrugando, nos esperaba el abrazo al santo y la entrada en la catedral que aún no habíamos visitado.