25 de abril de 2008 | |

Alérgicos

Quien desee conocer mi rutina, debe empezar por saber que cada día hago un alarde de fuerza de voluntad para levantarme antes de las 8 para estudiar. Creo que es todo un mérito, ya que como a todo ser humano, lo primero que se me pasa por la cabeza cuando suena el trasto despertador es para qué *** tengo que levantarme tan pronto si no tengo que fichar hasta las 2 de la tarde. Pero en fin...

En estos días primaverales, un aliciente para las personas sencillas es levantar la persiana y apreciar un sol estupendo que a uno le vale para verse reconfortado al saber el favor que se está haciendo por sacarle tanto provecho a los días. El problema es cuando antes de levantar la persiana ya ha habido uno, dos, tres, cuatro estornudos...entonces la maravillosa primavera acaba convirtiéndose en esa odiosa estación del año en la que te pasas de 2 a 3 meses de media con picor de nariz, conjuntivitis, y ese sopor molesto que otorgan los antihistamínicos.

La primavera saca de ti ese niño repelente y debilucho que no puede tumbarse en el césped al sol, que no puede hacer excursiones al campo, que debe mantenerse alejado de todo lo verde. Uno puede ser consciente de ello y cuidarse mucho, pero muchas veces, no puede controlar todas las circunstancias.

El año pasado en un viaje a Marrakech fuimos de excursión por el Atlas. El paisaje era una maravilla, pero cuál fue mi sorpresa cuando nos llevaron a comer a un sitio estupendo en mitad de un olivar. Para que se hagan una idea, 3 horas para un alérgico al olivo en un olivar debe ser como la ingestión de una mariscada para cuatro para un alérgico al marisco. Una locura. Digamos que esa parte estropeó un poco el viaje.
Hablando de marisco y de alergias. Esta noche desafiaremos las leyes de la polinización y saldremos a disfrutar de un riveiro y de unos frutos del mar en la feria del marisco. Esperemos que las consecuencias de la cena al aire libre no sean muy graves.

1 comentarios:

Aurelius75 dijo...

Todo ira bien mientras
no seas alérgica
a la vida.

Saludos de un alérgico a la indiferencia,

Edorta Aurelius.