En los últimos tiempos he desarrollado una costumbre curiosa...el fin de semana de después de cada examen de esta última oposición me he acercado a ver los avances de la que será mi futura casa...y es que si en algo he pensado durante estos últimos siete meses mientras estudiaba, era que tenía que hacer frente a este proyecto pasara lo que pasara...algo que en unas ocasiones me servía de revulsivo para seguir tirando un poquito más del carro y que en otras acababa siendo la gota que colmaba el vaso de los agobios.
Una amiga mía que también fue opositora en su día y que también compró una casa antes de obtener la plaza, me contaba que en muchas ocasiones, mientras estudiaba y todo no podía ser más difuso, se preguntaba en qué hora se le había ocurrido meterse en semejante lío...y sí, es cierto, por unos momentos piensas en qué estarías pensando cuando lo hiciste, qué tipo de optimismo te invadía para tirarte de cabeza a la piscina...a veces acabas por pensar que tienes que sacarte la plaza por el piso más que por ti mismo y se te ocurren todos los finales posibles, desde el más triunfador al más catastrofista.
Pero ahí está...y al final no te queda otra que pensar que a veces es necesario tener ese "algo" que tire de ti y te apriete las clavijas para que pongas todo la carne en el asador.
Aunque la realidad es que a veces te encantaría tirar todas las responsabilidades por la ventana...y quedarte tan ancho.