Todo viaje, por pequeño que sea, tiene su preparación. Hay quien se equipa para la temporada de esquí, quien piensa en abrigarse para ir al círculo polar y quien se informa del trámite de las vacunas necesarias para volar a Senegal. Parecen reportajes del Conde Nast Traveler, pero no es así, toda esa gente que hace esos planes existe, pulula a mi alrededor y parecen haberse confabulado para que yo tenga que aceptar mi ya de por sí dura rutina de opositora, como una especie de penitencia en la que al final no sé si veré la plaza o a dios, cual Santa Teresa de Jesús.
Ante estas duras pruebas de la vida, los verdaderos opositores acabamos desarrollando mecanismos de supervivencia, así que yo, persona seria a la hora de aprovechar al máximo las experiencias, estoy preparando concienciudamente mi próxima escapada para que no me pille falta de resistencia y pueda seguir el ritmo que sea necesario.
En un mes, con ocasión del puente de diciembre, pisaré tierras de La Rioja. Mis visitas al gimnasio se han espaciado notablemente, pero aún así, creo que mi fondo físico será suficiente para afrontar la ruta por los monasterios. Segura de esto, he decidido que debo poner todos mis esfuerzos en potenciar mi capacidad de ingesta de caldos de la tierra, así pues, ayer mismo comenzó mi entrenamiento con una botella de tinto crianza de 2005, añada calificada como excelente por el Consejo Regulador, acompañada de un buen plato de jamón, que sin ser necesariamente de la tierra, potencia su gusto y unas tostas para que la cata no resulte indigesta.
Así pues, durante todo este mes, seguiremos, cual my fair lady, ahondando en la práctica y en las buenas maneras enológicas y si todo sale bien, el señor de Pigmalión y yo seremos capaces de controlar las mejillas sonrosadas con la primera copa y nuestra dicción no decaerá con la segunda.
Queda, por tanto, demostrada la verdad incuestionable con la que abríamos el post. Todo viaje, por pequeño que sea, precisa de preparación.
*Imagen tomada de www.ginatonic.net
1 comentarios:
Doy fe de que estaban hablando de equipaciones y de otros asuntos ininteligibles.
Es cierto que, en un primer momento, My fair lady se mostró reacia a la ingesta de la esencia de uvas, casi como Polifemo tiempo atrás (no se tome el símil al pie de la letra, por Dios), pero al poco rato, cuando la botella pasó a engrosar las listas del Inem, convenció al otro incauto para pasarse a la caña de azúcar...
No paraban de hablar de Logroño, de glosas emilianenses, que si Gonzalo de Berceo por aquí o que si cosecha de no sé qué año por acá..
El caso es que la conversación era desigual. Mientras la entereza en el discurso y la habilidad oratoria de Audrey rozaba lo real maravilloso, el otro gañán soltaba nombres a bote pronto como "Tato" Abadía o Anton Polster.
Lo peor de todo es que me dan una envidia del carajo.
En fin, me quedaré aquí mamándome y deseando librar para irme a esa tierra que está a punto de recibir a unos viajeros de lo más particular.
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