Les contaba hace unos meses en este blog una tierna historia y hoy tengo que redundar en el tema porque he vuelto a toparme con su nombre por casualidad, primero porque he reclamado que su novela "La línea Plimsoll", pedida hace ya algún tiempo, llegue a los estantes de la biblioteca y segundo, porque en la misma tarde y sin saberlo me he topado con su nombre hojeando Babelia, el suplemento cultural de El País del día 15 de noviembre.
Habla desde la tribuna del suplemento Juan Gracia Armendáriz, no se sabe si por mera ficción como punto de partida o como nada agradable experiencia personal, de hemodiálisis, de enfermedad y sobre todo, de literatura, como bálsamo harto recurrido para el lector convaleciente y cómo no, para el escritor, que puede utilizarlo como recurso literario para crear, llegando a ahondar en la experiencia incluso de manera patológica.
Y es que utilizar una experiencia personal como inspiración requiere ahondar en lo más profundo, allá donde los demás no quieren llegar porque supone la visualización de un fondo abismal, de tal forma que el escritor puede convertirse en un temerario, un incendiario a costa de su propia salud (física y sobre todo, psicológica) para obtener el fruto final que le compense: la creación de una obra que, a buen seguro, luego será símbolo perpetuo del fondo tocado.
Buen análisis el de Gracia Armendáriz, o ¿quién sabe? quizás sólo sea buena la opinión de un lector que lee con buenos ojos...
Habla desde la tribuna del suplemento Juan Gracia Armendáriz, no se sabe si por mera ficción como punto de partida o como nada agradable experiencia personal, de hemodiálisis, de enfermedad y sobre todo, de literatura, como bálsamo harto recurrido para el lector convaleciente y cómo no, para el escritor, que puede utilizarlo como recurso literario para crear, llegando a ahondar en la experiencia incluso de manera patológica.
Y es que utilizar una experiencia personal como inspiración requiere ahondar en lo más profundo, allá donde los demás no quieren llegar porque supone la visualización de un fondo abismal, de tal forma que el escritor puede convertirse en un temerario, un incendiario a costa de su propia salud (física y sobre todo, psicológica) para obtener el fruto final que le compense: la creación de una obra que, a buen seguro, luego será símbolo perpetuo del fondo tocado.
Buen análisis el de Gracia Armendáriz, o ¿quién sabe? quizás sólo sea buena la opinión de un lector que lee con buenos ojos...
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