Se podían haber quedado sobre el escenario Manolo García o Sabina o Fito. Se podían haber quedado tranquilamente y nadie se hubiera quejado del cambiazo, o sí, porque las entradas se agotaron en nada y estaba todo vendido y cuando se dice vendido se refiere a que al parecer no tuvieron que regalar un cuarto de aforo de la plaza para que aquello luciera como lució: lleno hasta la bandera con una media de edad que puede contar algo sobre la movida madrileña y no sólo de oídas.
Comenzaron con el obligado homenaje dentro del homenaje. Difícil era hacer un concierto aniversario y que la figura de Enrique Urquijo no planeara sobre el escenario, el coso y la grada, de ello se encargaron las imágenes proyectadas y las letras, que ahora tienen otra voz, pero que siempre tuvieron otra alma: nostálgica, triste y tan profunda que ha arraigado en el tiempo como sólo pueden hacerlo los buenos temas que acogen en su estribillo un puñado de sentimientos universales.
Enrique Urquijo podría haber estado allí, pero la vida es así y a los seres atormentados que son capaces de crear mientras intentan salir del hoyo, se los lleva para que lo que perdure sea su esencia desgarrada e introvertida. La posibilidad de que Enrique fuera hoy un compositor acabado y alejado de los escenarios sería motivo para que a más de uno se nos rompiera el corazón. Hay que creer en la muerte a veces, en la muerte digna acorde con la vida que se haya vivido, no lo digo yo, lo dice Rilke.
No me podría quedar con un solo tema, porque siempre queda algo que no he escuchado de Los Secretos, alguna canción inédita que no me llama la atención por su ritmo sino por su letra No creo que sea fácil perdurar 30 años con un éxito aceptable, sin caer en el ridículo, sin anclarse en los orígenes, adaptándose a las pérdidas. Así que gusten o no, tienen un mérito indiscutible.
1 comentarios:
Ayúdame y te habré ayudado
que hoy he soñado
en otra vida, en otro mundo
pero a tu lado...
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