27 de octubre de 2008 | |

Réquiem por un móvil

No sabes cuánto te importa algo hasta que te lo quitan...un axioma con una connotación sentimental que bien puede extenderse a los elementos materiales que nos rodean y con los que mantenemos una feliz dependencia unilateral día a día.

Yo he tenido esa sensación cuando he dado por desaparecido mi móvil en extrañas circunstancias. Pudieran ser mis dedos dejándolo caer en cualquier abismo oscuro, una indeterminada mano negra deslizándose en mis pertenencias o lo más probable, la combinación de ambas: un desafortunado descuido y una persona en su día de suerte.

La necesidad y la dependencia se crean día a día, incluso con un teléfono móvil. Cada día lo alimentas con un poquito más de ti, al principio sólo llamas o escribes mensajes, pero más tarde acaba siendo un almacén inagotable de números, notas, mensajes, recordatorios, grabaciones y fotos. Todas ellas irreemplazables.

Con mi móvil se ha ido todo eso. No me preocupa el aparato, que dicho sea de paso, era estéticamente muy bonito y tecnológicamente muy bueno, ya que puede ser más mal que bien reemplazado. Tampoco me preocupa pasar unos días incomunicada, aunque ese tema esté solucionado gracias a la celeridad de las compañías telefónicas. Me duele el montón de mensajes que no podré releer, las fotos que no descargué a tiempo, la agenda que siempre tenía pendiente de hacer la copia de seguridad...y no tienen que decírmelo porque lo sé, no cuidar todo eso ha sido toda una inconsciencia por mi parte, pero así soy yo, dentro de mi programación, aún mantengo parcelas descuidadas.

Ahora tengo que adaptarme a un nuevo aparato y ando recopilando la información que está en mi mano. La otra, la información de valor incalculable que alguien habrá reseteado sin que le temblase la mano, estará flotando en ese terreno inhóspito al que van a dar los datos de soporte inestable.

0 comentarios: