Es probable que llegue tarde aun fenómeno del que ya se ha hablado mucho, pero en el que hasta hace poco no me he visto inmersa. Sabía de Facebook lo imprescindible, que es una red social que te permite acceder a la información de todo aquel que se registre y que a su vez, te dé permiso para acceder a su página y que además, muestra los vínculos de todos las personas que tenga vinculadas y así hasta el infinito...una enorme tela de araña.
Visto así, la verdad es que no me apetecía mucho meterme en más rollos. Ya bastante hay con los blogs, con los blogs que se conocen a través de otros blogs y que al final enganchan como si fueran escritos por amigos tuyos de toda la vida a los que en realidad no conoces más que de leer sus quehaceres diarios, ver sus fotos de flickr y leer sus comentarios de twitter...al final como empieces a enlazar se convierte en un vicio y no acabas nunca, siempre hay alguien con algo interesante que contar.
Así que aunque al principio me resistí, cuando recibí el cuarto o quinto aviso de algún amigo que se registraba en Facebook, decidí darle una oportunidad. Como siempre, si quieres acceder a la información tienes que pasar por el trámite de registrarte, así que de repente he podido comprobar lo que es de verdad una red social y, aunque parezca exagerado, he sentido vértigo. No sólo debido a que de primeras puedes conocer a un montón de gente, sino a que casi sin indagar puedes encontrarte hasta con la última persona que no esperabas encontrarte sobre la faz de la tierra.
Coincide además que en estos días he tenido alguna conversación con alguien que discrepaba de las virtudes de Internet como una fuente poderosísima de comunicación e interrelación. Efectivamente, nadie puede quitarle mérito a su capacidad para poner en contacto a muchas personas a través de una pantalla, pero ¿qué hay de cierto en esas relaciones? El mejor ejemplo lo he encontrado en Facebook, en el comentario de una antigua compañera de instituto en la página de una amiga mía "qué bien encontrarte por aquí, cualquiera diría que vivimos a 300 metros y nos nos vemos nunca".
Juzguen ustedes mismos...¿son reales esas relaciones? ¿qué hay más allá de la curiosidad que nos puede suscitar mirar por un agujero, a modo de Gran hermano, lo que puedan hacer otras personas a las que realmente nos nos uniría nada si no fuera por un encuentro casual en la red?
Sinceramente, creo que en un alto grado, son relaciones que en la vida real jamás mantendríamos. De hecho, es muy probable que nos dé por ver las fotos que haya colgado alguien al que si nos encontrásemos en la calle, apenas dirigiríamos un tímido hola, por lo que da la impresión de que Internet acaba siendo un universo paralelo, diferente al que habitamos cada día, como si a todos nos permitiese tener una doble vida.
1 comentarios:
Uno pincha en la ventana del Facebook y llega a conocer el color del pelo del tipo que sale con aquella amiga mía del colegio que a su vez, es prima del otro bastardo que me amargó la existencia en 1º de BUP y sin embargo no deja de ser vecino (por pura geografía) de la pobre marginada de la clase de enfrente, cuya retina nunca encontró el color que soñaba mientras resolvía convenientemente todos los logaritmos que el maestro, ese pobre viejo amante de las tragaperras del bar de la esquina, les ponía cada mediodía en la infumable clase de unos 50 minutos (algo menos, porque el prócer de las cuentas y del casino virtual se entretenía con su homóloga de Historia), poco rato después de concluir el recreo en que las amistades se forjaban por azar y por bienaventuranzas cuasi bíblicas y poco menos terrenales que las que disfrutaban cada viernes por la noche saboreando su primera cerveza con el incomparable regusto de la novedad, aderezada de la altanería con que se mira tanto calendario que queda por delante, especialmente si se analiza desde la belleza de la inconsciencia bien entendida y todo porque prefieres pensar que te hace feliz estar con tus amigos y quieres hacerte mayor junto a ellos y quieres querer lo que ellos quieren, pensando que nunca te separarás de sus destinos por mucho que pase el tiempo y por muchas hojas que caduquen por el parque que te conduce a tu hogar, a la "tierra de tus padres" como reza el himno de Gales que te silba los oídos cuando tu padre se emociona recordando "Qué verde era mi valle", posiblemente haciendo memoria de las historias que el abuelo que nunca conociste le contaba en esas épocas en que cada día era una superación y una afirmación de la impensable capacidad humana por la resistencia y por la vida, aún en condiciones francamente pírricas, las mismas que muchas veces sueles utilizar para calibrar problemas tremendamente heterogéneos y rara vez comparables a lo que vivieron otros tiempo atrás, precisamente tiempo que sientes que se va desde una poesía o desde un recuerdo que homenajea a Sibelius en uno de esos países nórdicos que tantas veces quisiste ver, bien arropado por prendas que te compró en esa tienda de barrio tu madre, esa persona a quien nunca le podrás pagar con suficientes besos todo el amor repartido en cada acción que gestiona su fórmula vital, toda una verdadera incógnita eterna que combina pasión y desgarrador cariño, por todos los poros de la piel que envejece al lado de la ilusión por ver crecer a sus nietos en el pasillo de esa casa que pudieron adquirir con el sufrimiento reflejado en su diario, y es que si antes se utilizaba un diario, esa literatura cuya génesis se halla en el interior de cada uno de nosotros y que hoy preferimos divulgar en la aldea de Mac Luhan, que tantos beneficios tiene, pero que masacra la intimidad a la velocidad de la luz, aunque si le soy sincero, no pienso negar que aquello que me hace feliz y me permite sonreír como un tonto vino a mí a través de un enlace cibernético ´lost in translation´, y ante eso, mejor callar, dar gracias a éstos y a aquéllos, y sobre todo abrazar el regalo que el destino te ha querido ofrecer cuando tú sólo esperabas, tal vez, apuntarte un día perezosamente al Facebook por ver cómo le iba la vida a la hermosa chica que siempre te gustó y a la que nunca te atreviste a conquistar.
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