Mi trabajo actual es burocracia con mayúsculas, procedimiento administrativo puro y duro y un sinfín de formalidades que llevan nombre, firma y sello para ser válidas en este ámbito cuadriculado por necesidad que es la Administración Pública.
Según lo pienso, mi trabajo tiene sus artes mayores, a saber: los edictos y el cementerio. Los primeros se han ganado el título por ser una parte importante de mi tiempo, lo segundo me ha hecho cambiar las lentillas por una lupa para que no se me escape un detalle...creo que nunca había sentido una responsabilidad tan grande hacia algo que estuviera en mis manos. Ahora ya tengo cierta sensación de saber por dónde me ando, pero los primeros días fueron terribles.
Siempre digo lo mismo...un aprensivo lo pasaría mal. Yo no lo soy, pero reconozco que el tema me saturaba los primeros días. El vocabulario fúnebre es de todo menos divertido, igual que lo que ocurre en torno al cementerio, nada especialmente chistoso. Pero hoy ya se ha convertido en un procedimiento y además, me he dado cuenta del dineral que mueve un tema tan presente en la vida del que sin embargo, nadie quiere oír hablar. Y es que...ojito con la de situaciones que se pueden ver desde la mesa de un despacho en relación a los fallecidos que nadie quiere, que nadie paga para mantener donde están, o que los allegados no se ponen de acuerdo sobre qué hacer con ellos.
Me contaban el otro día algunos compañeros nuevos en una comida prenavideña que estando en el puesto de trabajo, habían visto como alguien se les ponía a llorar. Había ocurrido en Hacienda y Urbanismo y me parecía sumamente curioso, porque si lo piensan, sería más lógico que ocurriera en mi sección y por lo contrario, eso todavía no me ha ocurrido, aunque no es descabellado que cualquier día ocurra.
Al revés, en mi puesto de trabajo he visto a más de una pareja besándose mientras acabo el trámite, sin pudor, allí ¡en mitad del Ayuntamiento! No es broma, es que una de mis artes menores es el registro de parejas de hecho, que aunque sea un trámite de lo más soso y sencillo, resulta muy gracioso ver como muchos, sobre todo los más jóvenes, no pueden evitar la sensación de pensar que se están casando o algo así y sienten el ímpetu de besarse antes de levantarse de la silla.
En fin...cualquier día me salgo del traje de funcionaria gris y me arranco con un poemilla benedittiano, un "puedes besar a la pareja de hecho" y un puñadito de arroz. Aunque hay quien es más práctico, como mi compañero de al lado y me aconseja que cambie todo eso por un "os deseo que duréis más de una semana".
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