No soy muy piscinera, pero vine tan morena de la playa que uno de mis afanes estos días ha sido hacer todo lo posible por no perder el tono. Lo sé, es de lo más superficial, pero oigan, para algo está el verano ¿no? para ser superficial a tope, dedicarse al culto al cuerpo y a esas cosas típicas veraniegas.
Así que nada...estos días tengo dos opciones, o bien solarium o bien piscina. El solarium está muy bien, pero la verdad es que después de 5 minutos en la tumbona, por mucha vuelta y vuelta que des y por mucha ducha y pozo frío que tengas a mano, acabas al borde de la asfixia.
La otra opción es la piscina, con su sombritas, sus charcas para refrescarte... el rollito es más bien familiar y según entras hay un olorcillo a tortilla de patatas que me transporta automáticamente a los 80, cuando iba con mis padres, pero como me entra en el abono deporte, de vez en cuando se me ocurre ir, aunque eso de ir sola a la piscina no me inspira demasiado, máxime cuando ocurre una de esas cosas que sólo me pueden ocurrir a mí.
El otro día estaba tomando el sol plácidamente, leyendo el segundo volumen de Millenium en una sombra para mí sola, que sabía que me iba a durar muy poco, cuando llegó un chaval en torno a los 30, también solo y se colocó en la misma sombra a una distancia prudencial. Hasta ahí bien, hasta que a los 10 minutos, oigo que me llama para pedirme que si por favor le puedo echar crema en la espalda.
Imaginen mi cara de...ein? porque vale que sea algo totalmente normal entre familiares y amigos, pero echarle crema a un desconocido como que no resulta en sí mismo, un acto demasiado agradable. Le miré y me quedé pensando unos instantes, los suficientes para evaluar la situación: era totalmente crudo y me mostraba un bote de farmacia de protección 50, así que me dejé llevar por mi parte caritativa y lo hice, no fuera a ser que por ser tiquismiquis, alguien vaya a tener cáncer de piel. Curiosa situación, menos mal que no había nadie conocido a la vista porque imagínense con qué cuento le podrían haber ido al que se pasa el día celebrando el centenario de Larra.
En fin...seguramente no tiene importancia y es una de esas cosas que se pueden ver desde varios puntos de vista, porque...¿pensaría igual si me hubiera pedido uno de estos que le amasara la espalda?
Así que nada...estos días tengo dos opciones, o bien solarium o bien piscina. El solarium está muy bien, pero la verdad es que después de 5 minutos en la tumbona, por mucha vuelta y vuelta que des y por mucha ducha y pozo frío que tengas a mano, acabas al borde de la asfixia.
La otra opción es la piscina, con su sombritas, sus charcas para refrescarte... el rollito es más bien familiar y según entras hay un olorcillo a tortilla de patatas que me transporta automáticamente a los 80, cuando iba con mis padres, pero como me entra en el abono deporte, de vez en cuando se me ocurre ir, aunque eso de ir sola a la piscina no me inspira demasiado, máxime cuando ocurre una de esas cosas que sólo me pueden ocurrir a mí.
El otro día estaba tomando el sol plácidamente, leyendo el segundo volumen de Millenium en una sombra para mí sola, que sabía que me iba a durar muy poco, cuando llegó un chaval en torno a los 30, también solo y se colocó en la misma sombra a una distancia prudencial. Hasta ahí bien, hasta que a los 10 minutos, oigo que me llama para pedirme que si por favor le puedo echar crema en la espalda.
Imaginen mi cara de...ein? porque vale que sea algo totalmente normal entre familiares y amigos, pero echarle crema a un desconocido como que no resulta en sí mismo, un acto demasiado agradable. Le miré y me quedé pensando unos instantes, los suficientes para evaluar la situación: era totalmente crudo y me mostraba un bote de farmacia de protección 50, así que me dejé llevar por mi parte caritativa y lo hice, no fuera a ser que por ser tiquismiquis, alguien vaya a tener cáncer de piel. Curiosa situación, menos mal que no había nadie conocido a la vista porque imagínense con qué cuento le podrían haber ido al que se pasa el día celebrando el centenario de Larra.
En fin...seguramente no tiene importancia y es una de esas cosas que se pueden ver desde varios puntos de vista, porque...¿pensaría igual si me hubiera pedido uno de estos que le amasara la espalda?
1 comentarios:
Eso es echarle morro y lo demás son tonterias.
Publicar un comentario