17 de julio de 2009 | |

Sorolla

Con motivo de las exposiciones temporales más importantes, el Museo del Prado envía a un trabajador de su área de educación a diversas bibliotecas y centros culturales para la difusión de las mismas. Se trata de uno de esos actos culturales que suelen llenarse por su alta calidad y que facilitan la comprensión de la exposición para su posterior visita.

Al igual que ha pasado con otras exposiciones temporales, la de Sorolla fue una conferencia sobresaliente, una explicación cuadro a cuadro de los rasgos del artista y de su contexto histórico siguiendo la misma estructura que tiene la exposición en las salas. Todo un lujo para el que va a verlo después in situ o incluso para el que no va a poder acudir a la exposición.

Con la lección aprendida, me acerqué a la ampliación del Prado. Es altamente recomendable que las entradas se compren por internet, primero porque la entrada se abarata un euro (10€ entrada general) y segundo porque es un lujo pasar junto a la larguísima cola que suele formarse por los turistas y entrar directamente a la hora a la que te han citado al comprar la entrada sin sudar la gota gorda.

La exposición no es excesivamente larga, a un ritmo pausado se puede recorrer en una hora y media y les aseguro el disfrute de un pintor extraordinario que se inspira en el mar, en su adorada Valencia, en las escenas costumbristas de pescadores, en su esposa Clotilde, en su familia (a los que profesa un amor que entra directamente por la retina) y en las personas a las que admira y a los que dedica profundos retratos. Impresionantes son los murales sobre las regiones de España que hizo para la biblioteca de la Spanish Society de Nueva York y su pintura social.

¡Triste herencia! Un cuadro que me emocionó como pocos, La bata rosa, el predilecto del autor, La fiesta del pan, un cuadro de gigantescas dimensiones e inmensa calidad. En todos ellos está lo que define a Sorolla: los mil matices de blanco, su impresionante capacidad de captar la luz, el movimiento en el mar y en las velas de los barcos y las reminiscencias de su gran inspirador: Velázquez.

Puede saberse de arte o no, puede gustar más o menos la pintura...pero dudo que alguien no le guste nada Sorolla, así que animo a planificarse una tarde cultureta para ver la exposición y a culminarla con unas cañas por la milla de los museos.

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