A cada año su acontecimiento. Si 2009 fue el año del trabajo, 2010 ha sido el año del piso. Tengo que decir que estos años se están desarrollando en torno a un elemento clave y otro montón de acontecimientos de otra índole. Mientras la primera mitad del año se desarrolló haciendo cuentas y cábalas bancarias, la segunda mitad dio paso a la acción, a los millones de cosas que hacen que un piso, además de tener paredes, sea habitable. No puede menospreciarse esa labor porque es ciertamente ardua, procura bastantes dolores de cabeza y deja maltrecho el bolsillo...vamos, que estamos encantados.
Este año se ha focalizado en eso, pero ahí están los viajes para hacer más ameno el devenir de los acontecimientos y permitir que desconectes por un momento de las responsabilidades. Dos viajes muy importantes, inolvidables por el contexto, por su tipología, por las circunstancias en las que se desarrollan...primero un viaje para uno mismo: el Camino de Santiago, un viaje de esfuerzo, con lo imprescindible en una mochila cargada a la espalda, de kilómetros en los que las relaciones personales se tornan distintas en pro de una solidaridad hacia el desconocido que sólo suele verse en este tipo de circunstancias...un viaje con un punto de partida y un punto de llegada, a veces me cuesta convencerme de que tengo esos 185 kilómetros en las botas y también en la retina.
Y un viaje para vivirlo con otro...París. Maravillosa, impresionante, sin cabida en un epíteto. Una ciudad para los sentidos, para los sentimientos, para el cuerpo y el alma sin me lo permiten. París es un lugar para enamorarse, a pesar del estereotipo y lo manido de la imagen...no se puede evitar, es así y creo que Uri lo supo. Otro de los momentos estupendos que viví con él fue el fin de semana en Alicante como regalo de cumpleaños. He de reconocer que si este año tiene una banda sonora, ésta es la de Sabina.
Esos son los elementos que se sitúan estratégicamente en un año y lo localizan en la memoria con el paso del tiempo. Pero 2010 también fue el año en el que la familia tuvo salud a pesar de los achaques y aumentó con otro chico (y ya van cuatro), Hugo, que se adelantó y me pilló concluyendo la etapa siete que concluía en Arzúa.
2011 tiene el augurio de ser un año animado e intenso. Comienza la convivencia, lo que se traduce en cambio y sobre todo en la certeza de que hay pasos que se dan y que no permiten vuelta atrás. Son años de trasformaciones vitales tan importantes que es difícil no sentirse asustado o incluso, a veces, abrumado, pero también y sobre todo, esperanzado. Pero entre toda esta vorágine también hay hueco para la emoción, los acontecimientos sumamente alegres que les ocurren a los que están a tu alrededor. Qué bonito es oír ciertas noticias.
Sea como sea, 2011 nos pilla con planes y proyectos, con ganas de que las cosas salgan bien, de que todas las empresas emprendidas, en todos los sentidos de la palabra, prosperen y que el tiempo mientras pase nos vea alegres, satisfechos y juntos.
Este año se ha focalizado en eso, pero ahí están los viajes para hacer más ameno el devenir de los acontecimientos y permitir que desconectes por un momento de las responsabilidades. Dos viajes muy importantes, inolvidables por el contexto, por su tipología, por las circunstancias en las que se desarrollan...primero un viaje para uno mismo: el Camino de Santiago, un viaje de esfuerzo, con lo imprescindible en una mochila cargada a la espalda, de kilómetros en los que las relaciones personales se tornan distintas en pro de una solidaridad hacia el desconocido que sólo suele verse en este tipo de circunstancias...un viaje con un punto de partida y un punto de llegada, a veces me cuesta convencerme de que tengo esos 185 kilómetros en las botas y también en la retina.
Y un viaje para vivirlo con otro...París. Maravillosa, impresionante, sin cabida en un epíteto. Una ciudad para los sentidos, para los sentimientos, para el cuerpo y el alma sin me lo permiten. París es un lugar para enamorarse, a pesar del estereotipo y lo manido de la imagen...no se puede evitar, es así y creo que Uri lo supo. Otro de los momentos estupendos que viví con él fue el fin de semana en Alicante como regalo de cumpleaños. He de reconocer que si este año tiene una banda sonora, ésta es la de Sabina.
Esos son los elementos que se sitúan estratégicamente en un año y lo localizan en la memoria con el paso del tiempo. Pero 2010 también fue el año en el que la familia tuvo salud a pesar de los achaques y aumentó con otro chico (y ya van cuatro), Hugo, que se adelantó y me pilló concluyendo la etapa siete que concluía en Arzúa.
2011 tiene el augurio de ser un año animado e intenso. Comienza la convivencia, lo que se traduce en cambio y sobre todo en la certeza de que hay pasos que se dan y que no permiten vuelta atrás. Son años de trasformaciones vitales tan importantes que es difícil no sentirse asustado o incluso, a veces, abrumado, pero también y sobre todo, esperanzado. Pero entre toda esta vorágine también hay hueco para la emoción, los acontecimientos sumamente alegres que les ocurren a los que están a tu alrededor. Qué bonito es oír ciertas noticias.
Sea como sea, 2011 nos pilla con planes y proyectos, con ganas de que las cosas salgan bien, de que todas las empresas emprendidas, en todos los sentidos de la palabra, prosperen y que el tiempo mientras pase nos vea alegres, satisfechos y juntos.
¡Feliz año a todos!
1 comentarios:
Pues sí, Mentxu. Toca seguir pasando páginas. Ciertamente, las épocas tienen sus momentos y viceversa. Sólo deseo que las que te toquen te hagan muy feliz.
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