"Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado" ha dicho Mario Vargas Llosa en el discurso pronunciado en la entrega del Premio Nobel de literatura y son palabras que han de emocionar a cualquiera que se identifique mínimamente con la definición de ser alfabetizado.
¡Qué de cosas están vinculadas al acto de la lectura! No les hablo de la lectura como instrumento para adentrarse en los vericuetos de los grandes obras, conocer a los clásicos o saber diferenciar un soneto de una silva. Les hablo del simple acto de comprender literalmente lo que contiene una línea, de reconocer los caracteres o de ser capaz de leer los subtítulos que le ponen a un extranjero cuando habla en el telediario al primer golpe de vista.
No sé si al resto le pasa lo mismo, pero yo también siento que aprender a leer es lo más importante que me ha pasado y he tenido la mucha o poca fortuna de comprobar la diferencia abismal que ese simple hecho puede ejercer sobre las personas. He aprendido con el método infalible de la educación básica que personas muy cercanas nunca recibieron porque el primer día que acudieron el colegio se derramaron el tintero en el vestido y les dijeron que al día siguiente no volvieran.
Hoy en día hay personas cuyas vidas están construidas sobre la base siempre endeble del analfabetismo y a pesar de ello, han sabido luchar y labrarse un porvenir esquivando los golpes que da la ignorancia. Dios sabe qué serían si hubieran tenido la suerte de saber leer...lo mismo hasta hubieran podido ocupar el mismo lugar que Vargas Llosa y ni siquiera ellos lo saben.
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