4 de octubre de 2010 | |

París y...sus monumentos

¿Qué tiene París para ser tan maravillosa? Buena pregunta.
Pues tiene la Torre Eiffel, que por mucho que la hayas visto en la tele, en los libros y en todo tipo de soporte analógico o multimedia, cuando llegas allí se te queda cara de tonto. Es, sencillamente, un monumento que no tiene igual, un esqueleto gigante de hierro que puede verse desde casi cualquier punto y que por ello, da la impresión de estar a un paseo, aunque estés a una hora andando de ella. Se puede subir de día para jugar a buscar los monumentos, pero también se puede subir de noche, para ver en todo su esplendor la ciudad de las luces. Una vez en la cima, impresiona, pero sinceramente, lo que más impresiona es la subida en los ascensores por el interior de ese armazón...que no acaba nunca. Hay que armarse de paciencia porque, como poco, entre las subidas y las bajadas, son un par de horas, siempre y cuando, la cosa no colapse. La entrada cuesta en la actualidad 13 euros.
- Tiene unos cementerios que merece la pena visitar. Peculiares cuanto menos. Allí está la crème de la crème del mundo literario y cultural de los últimos dos siglos. Père Lachaise y Montparnasse se llevan la palma. Pero no nos confundamos, que no son parques temáticos, sino que hay que armarse de paciencia, hacerse con un plano y jugar al escondite...las tumbas no están anunciadas con luminosos precisamente. Por allí andan Edith Piaf, Sartre y Beauvoir, Cortázar, Chabrol...a los que la gente sigue rindiendo tributo, lo cual es lo interesante de la visita. Sin ir más lejos, damos fe de que hay quien sigue colocándose junto a la tumba de Jim Morrison, verlo para creerlo.

- Tiene museos como el Louvre, en los que podrías perderte durante días enteros, en los que te facilitan un plano con los principales reclamos para que vayas a lo concreto y donde ver a La Gioconda es todo un ejercicio de alargamiento de cuello y un ejemplo de la nefasta influencia de las cámaras digitales en algunos lugares turísticos.Pero también tiene delicias en miniatura como el Museo Rodin, que es una casita con un jardín delicioso donde están El Pensador y El Beso, elementos prodigiosos del arte de la escultura.

También tiene la Saint Chapelle. Una capilla cuya entrada decepciona hasta que tu mirada se dirige hacia las escaleras que suben a la segunda planta, donde espera una explosión de vidrieras. También es de alabar la idea de rodear la capilla con sillas, por lo que puedes sentarte a disfrutar de las vidrieras e incluso, si hay suerte, te puedes encontrar a la tuna de Cuenca en el interior.

Tiene unos paseos en los que ejercitarse casi tanto como en el Camino de Santiago:


Los Campos Elíseos desde el Arco del Triunfo hasta la Plaza de la Concordia o incluso más allá si quedan fuerzas para atravesar los jardines de Tullerías.


Desde Trocadero, donde se puede aprovechar para hacer unas fotos espectaculares de la Torre, hasta el Arco del Triunfo.

Desde cualquier lugar de Montparnasse hasta la Torre, pasando por los Campos de Marte.

Por Belleville, por la rivera del Canal de St. Martin, el nuevo barrio de moda.

Por Montmartre, por la plaza de los pintores y las calles pintorescas, para bajar después desde Sacre Coeur hasta Pigalle y ver el Moulin Rouge, que es más leyenda que otra cosa y acercarse a ver dónde servía café la Señorita Amèlie.

Desde Place Vendòme, para ver el París del lujo, el glamour y la moda en los escaparates de Chanel y Bulgari hasta la Iglesia de la Madeleine y desde allí, continuar hacia Galerias Lafayette y la Opera.

Atravesar los puentes para ver cómo los franceses hacen picnic a base de queso, paté, vino y champagne en un banco aprovechando el buen tiempo y las vistas sobre el Sena (eso sí que es un botellón) y deleitarse con el río y lo que se puede contemplar en las dos orillas.

También tiene una catedral que es la señora madre de todas las catedrales góticas: Notre Dame. Donde el murmullo de cámaras es insufrible y la subida a las torres te deja sin aliento en cualquiera de los sentidos, los gemelos se resienten y la vista se nubla ante la panorámica que se despliega. Las gárgolas, esos seres de piedra que tanto inquietan, son de una belleza inexplicable.


Tiene unos jardines con lagos, sillas y tumbonas que misteriosamente, nadie roba ni destroza. La gente se sienta, descansa, charla, hace una pausa en el trabajo o hace footing...así son los Jardines de Luxemburgo o los de Tullerías.

Esto y mucho más es París...sólo hace falta pateárselo y disfrutarlo.

6 comentarios:

Grine dijo...

El Museo Rodin, uno de los lugares más románticos de París (y mira que tiene sitios románticos París...). Ya me están entrando ganas de hacerle otra visita a la ciudad de la luz... quizá para navidad a ver cómo queda más iluminada todavía.

Mentxu dijo...

Yo la única pega que le pondría a esa fecha es el frío que tiene que hacer, que debe dejar pocas ganas de estar mucho en la calle...pero la verdad es que la ciudad tiene que estar maravillosa en Navidad y para calentarse se puede hacer buen uso de los cafés.

Grine dijo...

Cafés, croissants y crepes, la combinación ideal para no pasar frío. Ya tenemos los billetes, ya le contaremos cuánto frío hace por allí.

Mentxu dijo...

Dicho y hecho. Así me gusta, que se decidan pronto. Sólo apuntar que en estos momentos tengo un ataque de envidia sin precedentes :))))

Mentxu dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Grine dijo...

Pues ha sido culpa suya, tanta foto junta de París ha hecho estragos en nuestra morriña parisina...