28 de septiembre de 2010 | |

París y...la comida

Siguiendo con la serie París y...Antes que los impresionantes monumentos, que los peculiares cementerios y que cualquier otra cosa, ha de resaltarse que la "cuisine française" es un tema merecedor de todo tipo de elogios. No es de extrañar que hayan sido siempre por delante en estos temas hasta que el fenómeno español comenzó a tontear con las estrellas michelín que siempre han sido de su propiedad: tienen materia prima y buen gusto, un tándem infalible.

Me parece absolutamente fascinante la capacidad francesa para cuidar el detalle. No puedo decir que haya estado en un restaurante francés fuera de serie o en el mejor restaurante de París, pero en la variedad está el gusto y dentro de nuestra capacidad adquisitiva, hemos disfrutado de todo aquello que debería enmarcarse dentro de la categoría de "cosas que debes comer cuando estás en París". Porque disfrutar de París no es sólo sentarse en un restaurante con servilletas de tela, es mucho más, ya que si hay algo que saben hacer los parisinos es comer por la calle.

Aquí va un pequeño resumen de las cosas que probamos en París y apuntaré dos ó tres sitios en los que hemos comido o hemos comprado cosas y que nos han resultado especialmente interesantes por si alguien quiere tomar nota ya que yo me volví loca preguntando a todo el mundo sobre dónde comer y qué comer. A algunas hemos ido por recomendación y a otras, por simple casualidad, unos eran mejores y otros, simplemente normales.

Las crèpes son una de esas tentaciones que te persiguen en cada esquina. Me parece difícil elegir un lugar especial para las crèpes porque la verdad es que creo que el misterio está en comerse una en el lugar que más te apetezca: sentado en un banco, paseando o contemplando la Torre Eiffel...si a eso simplemente le añades una crèpe rellena de nutella...pues poco más hay que añadir. Nosotros las probamos por primera vez en Les Marais, en un sitio coqueto llamado La cidrerie du Marais donde pudimos sentarnos, con platos y tenedores. Nos apetecieron dulces: una de plátano y chocolate y otra de helado de nueces con salsa de frutos rojos y almendras, exquisitas e inacabables.


Pero también hay crepes estupendas en sitios a pie de calle y en puestos ambulantes. Hay sitios muy buenos en la Rue Mouffetard. Concretamente nos hablaron de un local en el que no había sitios para sentarse, así que entre esa descripción y la recomendación de la guía Lonely Planet, fuimos a parar a Chez Nicos, un local que servía unas crepes gigantescas y baratísimas. La única pega es que la masa de la crèpe ya estaba hecha (no sé si generalmente es así o también las hacen en el momento), sólo hace falta calentarla y le ponen lo que quieras, pero aún así estaban muy buenas.

Ya mencioné el tema pastelerías, ese mundo maravilloso que yo pensaba que sólo existía en mis sueños de glotona y que en realidad existe y ¡de qué forma! No pudimos dejar de caer en la tentación y además, con alevosía, porque en vez de dosificar, visitamos dos pastelerías seguidas y lo probamos todo en una misma tarde. Una de las pastelerías la encontré por casualidad en la web 11870 antes de irnos cuando buscaba cosas cerca del apartamento en el que nos alojábamos. Se llama Des gateaux & du pain. Es una tiendecita de diseño que vende pan y pasteles como si fueran joyas de la corona. Les pedí si podía hacer fotos a través del intérprete, pero nos dieron una negativa por respuesta, así que os remito a una página en la que tuvieron más suerte. De allí nos llevamos un pastel de chocolate y una hojaldre de manzana. El pastel de chocolate nos costó 8 € y era un delirio: chocolate sobre chocolate y cubierto de chocolate, la tarta de manzana era bastante más ligera y también bastante más barata.




De aquí nos fuimos a otra pastelería muy cercana: Pierre Hermè, famoso por un dulce típico parisino: los macarons, unos dulces que son como dos galletas unidas con crema de diferentes sabores. Son pequeñitas y en esta tienda, vas eligiendo por colores, los cogen con unas pinzas como si fueran de cristal, te lo meten en una bolsa transparente y te cobran alrededor de 1.5€ por macaron. El resultado fue desigual, unos me gustaron mucho y otros me gustaron menos, pero la textura de la galleta es muy delicada y a la vez crujiente. Una amiga me ha dicho después, que son archiconocidos los macarons de Ladurée.


En este viaje nos dimos el capricho de hacer un crucero por el Sena con cena incluida. Lo malo es que reservamos en uno de los primeros turnos y a eso de las siete de la tarde estábamos cenando, pero la verdad es que cuando uno lleva andando desde las 9 de la mañana y se ha comido unos sandwiches en los Jardines de Tullerías a la 1 del mediodía, a las 7 se come lo que le pongan por delante...y así fue. Pensamos que la cena del crucero sería poco significativa, pero la verdad es que no estuvo mal, elegimos un salmón con una salsa con eneldo que estaba bastante correcto y lo acompañamos con una copa de champán de aperitivo y una botellita de vino blanco. El tema del crucero es una de esas cosas que todo el mundo recomienda y en las que merece la pena gastarse los eurillos con cena o sin ella, eso es lo de menos, ya que en el fondo pagas por un rato la mar de romántico.




Un sitio interesante que nos recomendaron en Montmartre fue Le relais gascon, un restaurante situado en el número 6 de Rue des Abbesses especializado en ensaladas gigantescas servidas con patatas salteadas al ajo que están buenísimas. La salade gascon que rpobamos lleva foie y pato y está verdaderamente buena. Muy recomendable para cuando se vaya a visitar el Moulin Rouge y el café de Amelie porque está a dos pasos. Además, si se tiene suerte y se consigue una mesa junto a los ventanales de la planta de arriba, hay unas bonitas vistas del barrio.


Una noche salimos a buscar un sitio para cenar y tras la paliza, los pies no nos daban más que para llegar al primero que había a la vuelta de la esquina, que resultó ser el Au coin Pasteur. Aquí probamos el pòt au feu y el confit de pato y estaba bastante mejor lo primero que es una especie de cocido, que lo segundo. Lo mejor del restaurante era que el camarero era encantador. Se nos olvidó la cámara, así que no hay testimonio gráfico.

La zona con más ambiente de París es el quartier latin, que es la zona que rodea a la Sorbona. Hay todo tipo de restaurantes y sitios para tomar algo y las noches de viernes y sábados hay mucho bullicio. Aquí cambia un poco el rollo de café con cristaleras impoluto y súperelegante y hay más tascas. Íbamos sin una idea fija y acabamos comiendo dos fondues: una de carne y otra de queso en un restaurante de cuyo nombre no quiero acordarme, sólo sé que estaba en la rue Mouffetard y supongo que este lapsus es debido a la antipatía de la mujer que nos atendía.

Por último, la gran sorpresa. Voy a reconocer públicamente que no sabía lo que era un croissant hasta este viaje. Es decir, sabía que forma tenían, el color e incluso había probado unos cuantos a lo largo de mi vida, pero "saber", lo que se dice "saber", no tenía ni p*** idea de lo que era un croissant de verdad: crujiente, caliente y épatant, tampoco le hicimos miramientos al pain au chocolat. Ójala todos los días desayunáramos como lo hicimos aquel último domingo en París...yo creo que mi vida sería mucho más feliz.

París y su comida...un aliciente más, si es que le hacía falta alguno.

5 comentarios:

cruasantero dijo...

Jeje, qué maravilla de post.

Dios, qué hambre me está entrando.

Ays, qué croissants los franceses...

Mentxu dijo...

Eso digo yo...

AYS...:)

Grine dijo...

Madre mía, qué de cosas ricas. Acabo de desayunar hace un rato y me ha vuelto a abrir el apetito. Qué ricos los croissants...

Mentxu dijo...

Bueno, mejor no mirar este post ni de refilón...cada vez que veo la foto de los bollos me da un algo.

Grine dijo...

Me apunto los descubrimientos para pasar por allí en navidad, gracias ;)