Hay un algo en esos restaurantes que se eligen con una intención. Anticiparse a la esencia de los viajes a través de la gastronomía típica del lugar es una forma de recrearse en el futuro, en lo que aún no se ha visto, aumentar las expectativas e ilusionarse con este tipo de elecciones es obligado y casi mágico.
En septiembre me espera París, oh là là, la ciudad de las luces, del amor, de la Gioconda, de Rodin, de la torre Eiffel, de los Campos Elíseos...y como mi impaciencia puede más, decidí celebrar mi cumpleaños en el bistrot más puramente francés que pudiera conseguir en Madrid y que pudiera adaptarse a mi bolsillo.
Lo encontré. Se llama Le petit bistrot, hay varios, pero el que visité está en la Plaza de Matute, a cinco minutos de Santa Ana, lindando con la Calle de las Huertas. La entrada, separada del local mediante una cortina ya hacía presagiar que durante las siguiente dos horas podía imaginarme en Montmartre sin problemas. Los camareros amabilísimos tienen ese acento tan marcado que ni siquiera Uriel pudo reprimir hablar en francés, la composición de lugar era completa...madera, pizarras con referencias a vinos franceses y un ambiente de luces tenues muy íntimo.
Para comenzar, un aperitif, un Pernord Ricard antes de pasar a las copas de vino tinto. Para compartir una divina ensalada de magret de pato y como platos principales, Muslo de pato confitado, patatas al bacon y ajo dulce y Berenjena y Tomate relleno de conejo gratinado al Parmesano. Como colofón, Tarta Tatín de Manzanas caramelizadas con helado de vainilla.
Les aviso de que si esto no es más que una pequeña imitación de París, yo voy a querer quedarme a vivir allí.
En septiembre me espera París, oh là là, la ciudad de las luces, del amor, de la Gioconda, de Rodin, de la torre Eiffel, de los Campos Elíseos...y como mi impaciencia puede más, decidí celebrar mi cumpleaños en el bistrot más puramente francés que pudiera conseguir en Madrid y que pudiera adaptarse a mi bolsillo.
Lo encontré. Se llama Le petit bistrot, hay varios, pero el que visité está en la Plaza de Matute, a cinco minutos de Santa Ana, lindando con la Calle de las Huertas. La entrada, separada del local mediante una cortina ya hacía presagiar que durante las siguiente dos horas podía imaginarme en Montmartre sin problemas. Los camareros amabilísimos tienen ese acento tan marcado que ni siquiera Uriel pudo reprimir hablar en francés, la composición de lugar era completa...madera, pizarras con referencias a vinos franceses y un ambiente de luces tenues muy íntimo.
Para comenzar, un aperitif, un Pernord Ricard antes de pasar a las copas de vino tinto. Para compartir una divina ensalada de magret de pato y como platos principales, Muslo de pato confitado, patatas al bacon y ajo dulce y Berenjena y Tomate relleno de conejo gratinado al Parmesano. Como colofón, Tarta Tatín de Manzanas caramelizadas con helado de vainilla.
Les aviso de que si esto no es más que una pequeña imitación de París, yo voy a querer quedarme a vivir allí.
2 comentarios:
Oiga, señorita. Por lo que me han contado, usted ya sabe decir más de una cosa en francés. A ver si es verdad y a la vuelta de París nos puede leer a Baudelaire en la lengua de origen...
Qué va! Le aseguro que si algo he comprabado, es que mi laringe no está "diseñada" para pronunciar la "r" francesa.
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