8 de febrero de 2009 | |

Muerte digna

Si todo va según lo estipulado, mañana debería desvelarse el misterio. Mientras tanto, para aplacar la ansiedad de las difíciles esperas, me dedico a ratos al estudio, a ratos al cabreo y a ratos, al entretenimiento.
El cabreo de la temporada viene dado por mi militancia por una muerte digna. Esa chica, Eluana, que lleva 17 años en coma y cuya elección de poner punto y final a lo que no es vida, está siendo torpedeada con medidas urgentes sacadas de la manga del estado italiano y por la iglesia, que es lo que subyace bajo la máscara del gobierno.
Me parece indignante que a estas alturas, un coma irreversible, no constituya un punto de inflexión para la sociedad, no tanto para la comprensión generalizada, sino para el respeto. La decisión sobre la propia vida, una vez que las circunstancias son irreversibles, debería ser un ejercicio íntimo sobre el que todo el mundo debería reflexionar, decidir y sobre todo, donde la opinión pública y los sectores religiosos y extremistas, no deberían tener cabida.
Llevo un tiempo siguiendo ese caso y pese a que cada día suceden acontecimientos terribles en el mundo, no puedo evitar seguir este caso con especial interés. No puede ser tan difícil ponerse en el lugar del otro, hacerse a la idea de que lo más difícil de afrontar para un padre es la pérdida de un hijo, máxime cuando se intenta alcanzar ésta de la forma más digna posible, manteniéndose siempre en el más estricto ámbito de la legalidad.
Mientras que los grupos pro-vida consideran la muerte de Eluana una aberración y un atentado contra los principios morales, para los que lo vemos desde otro punto de vista vemos la clara usurpación de un derecho: el derecho a morir con dignidad.

1 comentarios:

Grine dijo...

medidas urgentes sacadas de la manga del estado italiano y por la iglesia, que es lo que subyace bajo la máscara del gobierno.

Llamémosle por su nombre: imposición de las ideas de algunos a todos es casi una dictadura de la moral. Las ideas que ellos se jactan de defender no son más que el desprecio por la vida de los demás y, sobre todo, por sus decisiones. Ayer me daba cien patadas el Benedicto con su frasecita: «la verdadera respuesta no puede ser dar la muerte, aunque sea «dulce», sino prodigar el amor que ayuda a afrontar el dolor y la agonía de modo humano».

Menudo amor y respeto que están demostrando este par...