9 de abril de 2010 | |

Un viernes como cualquier otro

La verdad es que hacía mucho que no tenía una tarde así, de viernes tranquilo. Sólo empaña la escena la presencia de un libro de Macroeconomía que para más inri, no me cae mal, se me atragantan un poco los gráficos y tengo que volver una y otra vez a releer los conceptos para no perder el hilo, pero no está del todo mal esta materia que hasta la fecha no existía en mi vida.

Aparte de eso, todo está en orden, sospechosamente en orden. Supongo que alguien habrá vivido esas épocas en la vida en la que todo está bien, tan bien hasta que de repente todo se tambalea. La primera vez todo esto te sacude, pero las siguientes ya te acostumbras y empiezas a tener esa sensación que tengo yo...la de que todo está sospechosamente bien, lo que en términos económicos se traduce a un período de expansión y al que siempre le sigue un período de recesión, me temo.

Esta reflexión es la prueba irrefutable de que soy una pesimista al más puro estilo Woody Allen, pero no crean, que todavía queda un resquicio de esperanza, porque de vez en cuando me da por decir: bueno, mientras tanto, disfrutemos del momento. Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para Mentxu.

Así que este fin de semana me invade el carpe diem y pienso en
esto y en aquello. También pienso en que mañana me estaré probando un maravilloso vestido para la boda del fin de semana que viene y espero con todas mis fuerzas entrar en él y que me iré de cañas con mis amigas un sábado por la noche. También pienso que esta noche me voy al cine a ver En tierra hostil y que espero encontrar un belicismo bien hecho y no cualquier cosa.

Por último, aunque el fútbol me da igual, espero que nadie tenga mala cara el domingo. Ya ven, me conformo con poco. Tan poco como que soy feliz cinco minutos mientras acabo de escribir este post con la nueva canción de Ismael Serrano de fondo. Ya lo decían las viejas inscripciones en latín de los relojes: Acuérdate de vivir.

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