Ha muerto "El guardián entre el centeno". Cojo la parte por el todo. Un libro que leí hace muchos años, tantos, que recuerdo haberlo leído dos veces, y puedo asegurar que casi nunca releo, y si lo hago, es por la imperiosa necesidad que tiene mi memoria de recordar qué era lo que hizo que el libro dejara un poso tan profundo. Así que mi edición de bolsillo de Alianza, a la par que el libro más sobrio que puede haber en una estantería con sus tapas blancas es uno de los más sobados.
El guardian entre el centeno (The Catcher in the ryde), además de tener uno de los títulos más absolutamente preciosos de la literatura (y me atrevo a pensar que buscar un título es casi igual de difícil que escribir un libro), es un libro para leer en la adolescencia y perderse con todo descaro en la historia de Holden Caulfield. No sé si me produciría las mismas sensaciones si lo releyera ahora, pero presupongo que no, que hay una edad para hacer algunas cosas, y al igual que hay quien crece con Ivanhoe, con el Capitán Trueno o con 20.000 leguas de viaje submarino, yo conservo este libro con esa marca con la que los escritores evocan los libros imprescindibles en su biblioteca cuando les preguntan en una entrevista.
Salinger escribe una historia para que la lea un adolescente y sienta el niño que ya no es, se familiarice de forma literaria con las drogas o la prostitución y vea el agresivo mundo que de alguna forma, hay ahí afuera para todos. Una obra no edulcorada y necesaria en un punto de cualquier vida.
Ha muerto Salinger. La verdad es que me importa poco qué hizo, qué dejó de hacer, cuántas veces se casó, qué penurias le rodearon en su vejez y todas esas cosas que tanto rellenan una efeméride, pero lo que verdaderamente importa de verdad y supongo que de ahí el parapeto a su intimidad, fue el rastro que deja un escritor reducido a cenizas: su obra.
No puedo resistirme, tecleo ese invento llamado wikiquote y busco frases del libro, impresionantes frases que me encantan, especialmente la última, la que da nombre al libro y que particularmente consigue ponerme los pelos de punta:
No importa que la sensación sea triste o hasta desagradable, pero cuando me voy de un sitio me gusta darme cuenta de que me marcho. Si no luego me da más pena todavía"
"La vida es una partida y hay que vivirla de acuerdo con las reglas del juego"
"Me alegro de que inventaran la bomba atómica: así si necesitan voluntarios para ponerse debajo cuando la lancen, puedo presentarme el primero"
"Los libros que de verdad me gustan son esos que cuando acabas de leerlos piensas que ojalá el autor fuera muy amigo tuyo para poder llamarle por teléfono cuando quisieras"
"Aquel hotel estaba lleno de maníacos sexuales. Yo era problamente la persona más normal de todo el edificio, lo que les dará una idea aproximada de la jaula de grillos que era aquello"
"No hay sala de fiestas en el mundo entero que se pueda soportar mucho tiempo a no ser que pueda uno emborracharse o que vaya con una mujer que le vuelva loco de verdad"
"Me paso el día entero diciendo que estoy encantado de haberlas conocido a personas que me importan un comino. Pero supongo que si uno quiere seguir viviendo, tiene que decir tonterías de ésas"
"No sé por qué hay que dejar de querer a una persona sólo porque se ha muerto. Sobre todo si era cien veces mejor que los que siguen viviendo"
"Si un cuerpo encuentra a otro cuerpo cuando van entre el centeno, muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños, y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde del precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan en él. En cuanto empiezo a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Yo sería el guardián entre el centeno"