Tenía ganas de ver Pamplona y me he dado cuenta de que su dimensión turística gracias a los Encierros más famosos del mundo es inmensa. Pamplona tiene un casco viejo marcado por el recorrido que hacen los astados cada julio en honor a San Fermín y adornado por plazas, una ciudadela preciosa y sorprendente y algunas iglesias de interés. Una ciudad que se ve en poco tiempo pero, he ahí lo interesante, que permite que el viaje se prolongue todo lo que el visitante quiera en sus bares, con sus populares pintxos y vinos.
El capítulo de los pintxos merece mención aparte. La cocina en miniatura, cuidada hasta el máximo extremo es un placer para los que no decimos que no a una barra. La calle Estafeta es el lugar idóneo, los bares cuidan mucho su estética y es un placer acodarse para recorrer con la mirada los platos. No es barato, el pintxo oscila entre los 2 y los 3 euros, pero un buen pintxo bien lo vale.
No podemos imaginarnos cuál es el desbordamiento que debe sufrir cada verano la ciudad que atrapó a Hemingway y que supo reflejar en las novelas Fiesta o en Muerte en la tarde. El escritor está presente en el Hotel La Perla, en la Plaza del Castillo y se acoda eternamente en un rincón del Café Iruña, que mantiene su peculiar estética de los años 20. Nunca hubo mejor promoción para una ciudad que ésa.
Por último, un descubrimiento de esos que sólo Internet permite hacer cuando estás buscando información sobre lo esencial en Pamplona. En el número 22 de la calle Estafeta, la pastelería Beatriz, un modesto local, guarda en su interior un tesoro: los garrotes más ricos del mundo, napolitanas en miniatura que desbordan chocolate. No piensen en el aporte calórico ingente del dulce, simplemente disfrútenlo…como hemos hecho nosotros durante esta escapada.
1 comentarios:
Garrotiiiiiiiiiiiiiicos!!!
Publicar un comentario